sábado, 27 de febrero de 2010

LA MIEL



Antes de que la miel reboce y endulce el
tronco del árbol, la obrera liba la flor.

El panal es memoria asida a la piedra.

La miel que él rezuma es saliva y néctar.
Voluntad y gozo que nutre la vida.


La miel del bosque previene el olvido

De O las estaciones - Miel que rezuma sobre la piedra. Pintura rupestre.

sábado, 20 de febrero de 2010

PREMONICIÓN

En el sur, bajo la violenta luz del verano, miro la flor y el colibrí que la ronda. Al cabo de un instante, mientras una abeja liba la rosa, mi madre alza la vista hacia el cielo vaciado de nubes y pájaros. Ni la más ligera brisa altera la quietud de la tarde hasta que su voz, casi inaudible, atraviesa el espacio hueco. ¿Ve? No hay pájaros -dice-, en el cielo no hay pájaros, porque el sol es muy fuerte, por eso. Y lo será más aún y lo quemará todo, tanto que los metales que hay debajo de la tierra se licuarán y, cuando se hayan derretido del todo, empezarán los terremotos. Esto es lo que pasará.
Su mirada abarca el cielo. La mía ha caído sobre una pareja de gorriones que, dando saltitos, picotea la tierra.

Del Cuaderno de notas de Manuel T.

domingo, 14 de febrero de 2010

A ORILLAS DEL RÍO

O las estaciones es un libro de poemas o, mejor, de un poema que se adentra en el sentimiento amoroso, como quienes, de modo furtivo y temeroso, penetran en el bosque y desean vivir a salvo de las miradas extrañas y del paso de las estaciones. Pero, los amantes, como los seres que habitan el bosque, son criaturas frágiles que no escapan a la violencia del mundo.
Jorge Sarraute, con esa generosidad que nace del alma, halló la música para uno de los poemas del libro. La cadencia es la de una zamba argentina. Me la mandó hace unos días y como ya la estrenó entre amigos, la comparto con vosotros.
Imagen: Eco y Narciso, de John William Waterhouse.

sábado, 13 de febrero de 2010

EL VIENTRE DE LAS CARACOLAS


Los mares se gestan en el vientre de las caracolas. Basta llevarse una al oído para oír el rumor de las olas; meter en ella la nariz para oler la brisa; la lengua para saborear el salitre y, finalmente, los dedos para sentir en las yemas el pálpito del origen. El deseo es siempre metáfora.

Del Cuaderno de notas de Manuel T.

domingo, 7 de febrero de 2010

CONJETURAS ACERCA DEL TIEMPO...

Conjeturas acerca del tiempo, el amor y otras apariencias (Cartografías, 2009), se titula el poemario de Antonio Tello. Escritos con anterioridad a los que integran “Sílabas de arena”, los poemas aquí reunidos están «atravesados por el tiempo del terror, el desamparo y el desarraigo, y participan de esa inestabilidad que confiere el exilio y del esfuerzo por no caer en el abismo», como dice su autor.
Tratados como apariencias, el amor y el tiempo (pero también el destierro, la muerte y la propia identidad) constituyen un polo de atracción para que la memoria y el sueño proyecten una retícula de hipótesis, la trama de un juego de posibilidades en el que la presunción, la sospecha y el atisbo se tornan instrumentos indispensables para que una conciencia se indague, continua y vorazmente. Ésa es la materia que Tello modela en Conjeturas… Un plexo de entidades y/o situaciones escurridizas y enigmáticas. Así, lo autobiográfico, antes que un cúmulo de experiencias efectivamente vividas, una retahíla de testimonios concretos y verificables, deviene un campo conjetural, el territorio habitado por veladuras y misteriosos aconteceres, que la escritura recorre con delicada y puntillosa paciencia, internándose, sin lamentaciones ni estruendos, en el vértigo de un abismo que disuelve las certezas y los dogmas. Lo que Tello imagina y escribe en estos poemas es prioritariamente mental. Un mundo densamente subjetivo que, sin embargo, o tal vez por eso mismo, nos recuerda que la historia es barbarie y miseria, y que la poesía es ese resplandor que alumbra las ruinas del pasado, captura las irradiaciones repentinas del presente y avizora los rastros esquivos del porvenir.
José Di Marco (El Corredor Mediterráneo, Argentina, 23 de diciembre de 2009).

lunes, 1 de febrero de 2010

EL AHORCADO

Siente temor por aquellas miradas
que vociferan extraños cascotes del habla,
murmullos de nebulosa estima, marchitas entrelenguas
desgastadas por el llano transcurrir de las palabras.
Siente temor por la soga que el destino teje y desteje
contra su cuello. Le toman cada una de sus medidas,
desde la cómplice distancia, cuando pasa por la vereda
rumbo a su casa, cuando duerme, sueña o despierta.

Todos hacen su trabajo, todos cobran con sus ganas.
Las mujeres esquilan cada oveja del rebaño; con la justicia
de la rueca, las hilanderas preparan una cuerda; mientras tanto,
los hombres edifican un patíbulo con la sombra de algún bosque.
Entonces suenan las campanas
y el condenado viene solo hasta su torre de pino,
sube y mira hacia abajo, por última vez,
la colorida fiesta que radiante clama.

Cuando la gravedad lo hace pendular sobre el abismo
ellos corren a su casa, roban y desgarran
sus fragmentos más felices,
se apoderan del cuerpo que hubo amado,
del rincón más cristalino de su cuarto,
del efímero universo que sólo fue suyo, queman los
recuerdos,
la caricia de una foto, un rastro en el barro y entonan
un salmo, el himno que los protege de un fantasmal
naufragio.

Descansa un día y regresan, vigorosos y sanos, a su trabajo.

De Florecillas del diablo, Marcelo Fagiano (Cartografías, 2009).

La imagen de la portada del libro es una acuarela de Oscar Robledo, artista a cuya memoria el poeta dedica el libro. Fagiano, nacido en Río Cuarto (Argentina) en 1959, es uno de los poetas más destacados de su generación. Su poesía, tan delicada como rigurosa, merece ser conocida más allá de las fronteras fijadas por las circunstancias y la geografía de un país que oculta su interior.